viernes, 27 de marzo de 2015

SAILING STONES, LAS PIEDRAS QUE SE MUEVEN SOLAS

Las sailign stones o piedras deslizantes, son rocas que sufren un fenómeno geológico por el cual se mueven sin ningún tipo de intervención humana ni animal, dejando detrás de si largos trazados en superficies llanas, los cuales no siempre son lineales. Se han localizado sailing stones en varias regiones del planeta, siendo el suroeste norteamericano el lugar donde más rocas se han registrado. Las más famosas son las de Racetrack Playa, en el Valle de la Muerte de California.


El fenómeno fue observado por primera vez durante la década de los 40 por Los geólogos Jim McAllister y Allen Agnew, quienes escribieron el primer artículo acerca de estas misteriosas rocas. Muchas han sido las hipótesis sobre que es lo que hacía que esas rocas se moviesen por si solas pues su comportamiento es raro y fascinante a la par. Se sabe que las rocas tienen trazados que no son comunes entre si. Se han registrado rocas que se desplazan solas con un trazado recto, rocas que cambian su rumbo radicalmente y no de forma lineal y piedras que se desplazan en grupo.



Las explicaciones de este fenómeno aún no están del todo claras. Algunas personas defienden que las piedras se mueven solo cuando nadie las ve pero muchos otros buscan una explicación racional y científica. No ha sido hasta agosto de 2014 que se ha podido dar una explicación sólida a este fenómeno. Richard Norris, James Norris, Ralph Lorenz, Jib Ray y Brian Jackson publicaron un estudio en PLOS ONE en el que afirmaron que habían observado directamente el movimiento de las rocas utilizando GPS, una estación meteorológica y la técnica de cámara rápida (time-lapse).


Entre diciembre de 2013 y enero de 2014 registraron el deslizamiento de más de 60 piedras y llegaron a la conclusión de que se tienen que producir una serie de condiciones para que las rocas se muevan. Deben de estar situadas en una superficie saturada de agua, que tengan debajo una pequeña capa de arcilla y que el viento las mueva con fuertes ráfagas, como fuerza inicial, y vientos sostenidos para mantenerlas en movimiento. Hipotéticamente también ayudarían las placas de hielo y los tapices microbianos.





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